La imagen de estos infrapersonajes, llámense figurantes, comparsas, o extras, esos que nunca tienen nombre propio en el reparto, y la del actor o actriz que los encarna, condenados a «sostener la lanza» mientras los protagonistas declaman y gesticulan sus nobles o infames papeles, provoca en Sanchis Sinisterra cierta desazón y cierta reflexión.

Inevitablemente, esa desazón y esa reflexión se desplazan en Sanchis Sinisterra hacia esos otros «figurantes» de la vida y de la historia. Ocurre a veces, sin embargo, que los comparsas se rebelan.

Esas figuras grises, sin casi rostro y con papel exiguo, deciden de repente parar la representación, revisar el reparto, cuestionarse la obra y plantearse el gran interrogante: ¿Qué hacer?.

Este año el Taller de Teatro disfrutó e hizo disfrutar a su público con esta obra de uno de nuestros autores contemporáneos más importantes. A través de una divertida parábola de gran sabor teatral, Los figurantes iban mostrando sobre la escena diferentes actitudes de los seres humanos ante el orden social establecido.